A Luciano no le gusta ser un gusano. Para remediarlo, decide inventarse historias en las que se convierte en otros animales: un león feroz, un elefante apacible, incluso un dragón jardinero. Sin embargo, no logra sentirse a gusto con ninguna de esas versiones de sí mismo porque, siendo otro, Luciano no puede hacer lo que más le gusta en el mundo: comer hojas verdes, jugosas y frescas, como solo saben hacerlo los gusanos de verdad.